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CUANDO LA GENEROSIDAD PERJUDICA

“Ya sea en la vida personal o incluso en la profesional, el altruismo puede llevar al agotamiento, y a menudo perjudica no solo la conducción de tu vida, sino exactamente a quienes más deseas ayudar. Por eso, es necesario saber distribuir tu tiempo y experiencia de manera más eficiente, así como aprender la importancia de poner tu máscara de oxígeno primero, para poder extender tus manos a los demás de manera más efectiva sin ignorar tus propias necesidades.” (Marcello de Souza)

Desde temprana edad, a muchos se les enseñó a ser donantes. Ofrecer de buena gana y alegremente sin esperar nada a cambio y ayudar al prójimo extendiendo las manos siempre que sea posible, son ejemplos claros de ser un donante y aún son parte de la educación de muchas familias. Incluso en la edad adulta, ya sea en la vida personal o profesional, nos encontramos constantemente con la sugerencia y ejemplos de que ser una persona abnegada nos beneficia, estar listo para compartir tiempo, energía y experiencia puede ayudar a lograr una vida feliz y una carrera exitosa y destacada.

Esto tiene mucho sentido y marca la diferencia, pero para la mayoría de los donantes hay una gran dificultad para comprender cuáles son los límites que deben respetarse para cosechar los frutos de esta admirable virtud.

No es solo la sobrecarga de trabajo, el exceso de información, la cantidad de demandas, además de la inseguridad, el tráfico, las incertidumbres y otros problemas cotidianos los que nos afectan. Las buenas intenciones y dedicarse al otro también pueden ser un camino seguro hacia el agotamiento físico y mental.

Es cierto que las personas que desarrollan a lo largo de la vida el hábito de ser donantes, es decir, ayudar, tener un sentido altruista, dando parte de sí mismas a los demás, son admirables y tienen mucho valor. Ya sea en el ámbito social o en el mundo corporativo, ser donante marca la diferencia para una convivencia ética entre las personas. Especialmente en tiempos difíciles como los actuales. Con toda esta crisis económica y sanitaria, este perfil se ha vuelto fundamental; no es de extrañar que estas personas estén cada vez más en evidencia por representar la esperanza para muchas personas que necesitan una mano para sobrevivir.

No son muchos los que dedican parte de su tiempo a donarse a sí mismos, en contrapartida, no faltan receptores a su alrededor, algunos que practican la política del “toma y daca”, otros que se benefician al recibir, pero no se preocupan por devolver o agradecer, así como aquellos que aprovechan la oportunidad para autopromocionarse. Es un hecho, no faltan ejemplos de egoístas y malintencionados que se aprovechan de los desprevenidos.

Estos, como tantos otros, son ejemplos que conducen al desgaste, hacen daño y perjudican la vida de un donante, por lo que aquí vale la pena reflexionar sobre este perfil de personas tan valiosas y cada vez más raras.

A pesar de ser admiradas y elogiadas con frecuencia, las personas altruistas son las que más corren el riesgo de agotamiento. En primer lugar, porque no están preparadas para lidiar con la realidad. Este tipo de persona tiende a no poder ver en los demás su opuesto, inclinándose a creer que las personas siempre tienen algo bueno y solidario en su interior. En este sentido, la desventaja es que los dadores tienden siempre a ser vulnerables. A menudo confían demasiado rápido y solo ven el lado positivo de las personas.

En este sentido, la constante inversión de los individuos desinteresados en servir a los demás puede hacer que se sientan desmotivados, abrumados y exhaustos. Esto revela un estrés constante cuando se dan cuenta de que este mundo colorido no es tan vibrante como pensaban, afectando negativamente su vida profesional y causando conflictos familiares debido a la dificultad para lidiar con las dificultades de la vida.

Si observamos cuidadosamente, incluso en medio de una pandemia, podemos ver muchos ejemplos, como maestros, enfermeros, médicos, líderes y gerentes, que encarnan esta mentalidad de servicio. Encontramos personas que se han dedicado a hacer lo mejor posible para los estudiantes con un rendimiento significativamente inferior en las clases en línea; líderes y gerentes que están trabajando el doble para mantener no solo la calidad del servicio, sino también para aportar armonía a sus equipos y evitar despidos. En el sector de la salud, es sorprendente cuántos de estos profesionales se han dedicado a superar sus propios límites para salvar vidas.

La realidad actual de personas que intentan satisfacer las necesidades de todos actúa como figuras responsables en este vasto ámbito de asistencia que ofrecen, sacrificando sus noches y fines de semana para ayudar a desconocidos, colegas, líderes y empresarios con inmensas responsabilidades y obligaciones que parecen interminables. De manera similar, la realidad de la vida continúa mostrándonos el otro lado de individuos malintencionados que se aprovechan de la situación.

Por lo tanto, es necesario considerar una segunda pregunta importante, relacionada con la noción de hasta dónde está el límite entre ayudar y perjudicar. Las personas que se dedican a hacer lo mejor para los demás casi nunca se dan cuenta de cuánto se extiende realmente su ayuda. En el deseo de hacer el bien a través de sus acciones, es crucial reconocer hasta dónde realmente están ayudando a las personas o causándoles daño involuntariamente.

Este tipo de dilema no es exclusivo de las relaciones fuera del contexto emocional, sino que es parte de un conjunto de comportamientos en la vida personal, profesional o familiar. Lleva a los dadores desinteresados a convertir a los receptores en sus propias víctimas, porque el dador puede hacer que otros dependan de ellos. Esto no solo obstaculiza al receptor, sino que también impide que otros aprendan a enfrentar problemas, buscar sentido en sus acciones y no esperar a que alguien más resuelva sus propios problemas. En entornos críticos como el que vivimos hoy, es esencial reflexionar sobre uno mismo y comprender que debe haber un límite para ayudar sin perjudicar.

 Todos nós só nos tornamos pessoas melhores a partir das experiências.  Dor, angústia, decepção, sacrifício, sofrimento são alguns dos principais alicerces para toda e qualquer evolução. Sem isso não saberemos dar valor. Saber dar valor a cada passo, assumindo as próprias responsabilidades é determinante para sair da zona de conforto e buscar algo que realmente seja melhor. É impossível aprender com outro fazendo por nós. O conhecimento se dá na prática assim como saber dar valor para as próprias escolhas na vida. Ninguém está ajudando o outro fazendo por ele aquilo que pertence a ele. Aprender a ser autossuficiente é mais do que essencial pra quem busca uma vida melhor.

Uma terceira questão que vale a pena a reflexão é que pessoas doadoras perdem a noção e vão se tornando dependente das suas próprias ações e se sentem cada vez mais motivados por sua capacidade de estender a sua mão; a maneira de serem recompensados é o aumento de solicitações e, muitas vezes, quando se dá conta, estão afogados num mar de compromissos. O resultado é que esses correm o risco de desgaste e esgotamento levando ao estresse que pode se tornar crônico já que em contra partida as pessoas amparadas passam a ficar frustrados pela falta de acesso à ajuda de que precisam, e outros, que poderiam estar colaborando, ficam ociosos e desinteressados, quando não ofendidos por se sentirem deslocados e limitados por aqueles doadores que resolveram assumir todas as responsabilidades.  De qualquer forma, muitos desses quando percebem o problema preferem julgar pela falta de disponibilidade do doador e outros até preferem ofende-los em vez dar auxilio, mesmo que um incentivo moral.

Doadores precisar enxergar que há limites que precisa ficar muito claro e o principal disso é saber diferenciar generosidade de abnegação. Por isso como quarto ponto a observar é que ser gentil não é abrir mão da própria vida para estar disponível ao outro em toda e qualquer situação e sim garantir que os benefícios de ajudar os outros compensem o ônus que se paga. É encontrar equilíbrio entre tempo e energia, dar e receber. Saber falar “sim”, mas também falar “não”. Adotar uma abordagem mais sincera consigo mesmo sem comprometer sua vida e seu próprio desempenho.

En este sentido, sin perder eficiencia, pero siendo más efectivo. Comprender que cada “no” dicho puede representar decir “sí” a las cosas más importantes que realmente merecen dedicación. Después de todo, es un desafío apoyar a otros cuando uno mismo está tan abrumado que no puede hacer nada más. Sobre todo, es esencial ser consciente de cómo ayudas, cuándo ayudas y a quién ayudas.

Un quinto punto fundamental para los donantes es la inteligencia emocional. Algunos estudios de comportamiento han demostrado que las personas que sufren más problemas psicológicos en el trabajo son aquellas que actúan de manera ad hoc. En otras palabras, actuar siempre de manera reactiva al trabajo atendiendo solicitudes específicas o que suelen ser repetitivas es el mayor usurpador de energía y tiempo. Cuanto más atiendes reactivamente las peticiones de ayuda, más se consume tu energía y mayor es el número de problemas para los que tendrás que enfocar tu atención y seguir ejecutando otras tareas necesarias. El resultado es el agotamiento.

Como sexto punto, vale la pena entender que la ayuda reactiva es agotadora, pero la donación proactiva puede ser revitalizante. Conocer tu entorno, las personas que lo conforman y ser capaz de mapear las necesidades puede ayudar a fortalecer no solo tu autoestima, sino también el reconocimiento de tu importancia y competencia. En este sentido, vale la pena reflexionar que no puedes ser todo y no puedes ayudar con todos los problemas, pero es necesario romper paradigmas y siempre fomentar hacer cosas que vayan más allá de lo común. Identifica en ti mismo dos o tres formas de ofrecer un valor único a los demás: cosas que haces bien, disfrutas haciendo y que al mismo tiempo generan desafíos y nuevos conocimientos.

Alinear tus intereses y habilidades y evolucionar con cosas nuevas hace que la ayuda sea menos estresante para ti y más valiosa para los demás. En lugar de sentirte presionado a ayudar, estás optando por ayudar a lo que es bueno para tu motivación, creatividad y bienestar. Dejar de ser conocido como el “hombre para todo” y pasar a ser reconocido como un maestro para unos pocos. Además de agregar valor y volverse cada vez más preciado, también te ayudará a ser libre para enfocarte en lo que realmente causa impacto, y eso es revitalizante, por más buenas intenciones que tengamos, de vez en cuando alimentar nuestro ego reabastece las energías y alimenta nuestro combustible de valores, sabiendo cuánto de nuestra contribución fue diferenciadamente importante. Actuar de esta manera te permite rechazar solicitudes que están fuera de tu competencia y destacar en aquellas que son parte.

Por lo tanto, percibe que hay muchas maneras de hacer lo mejor para los demás de una manera que también te permita beneficiarte a ti mismo. Es posible ofrecer a las personas algo a medida donde se establezca un equilibrio, protegiendo también tus propias prioridades y manteniendo vivo el espíritu de generosidad. De hecho, muchos estudios muestran que las personas contribuyen a una mayor sostenibilidad de acciones sociales y corporativas: aquellos que ofrecen el apoyo más directo, toman las principales iniciativas y presentan las mejores sugerencias, preservan su tiempo para poder dedicarse también a sus propios proyectos.

Uno de los grandes secretos para alcanzar el éxito en la vida es organizarse. Claro que cuando llevamos esto a la generosidad, se vuelve más difícil, ya que organizar y describir cada acto de generosidad no es simple, dado que este espíritu de ayuda siempre está en el radar. Sin embargo, es posible encontrar mecanismos que faciliten medir y hacer una gestión de las propias energías en relación al tiempo. Uno de ellos es ser guiado por la organización, ya sea estableciendo horarios en los que estará disponible para ayudar y reservando tiempo para uno mismo en momentos en los que pueda dedicarse a sus propias necesidades. Esto puede no ser fácil para muchos, pero es necesario si se quiere tener control sobre la vida y también porque funciona; todo es cuestión de acostumbrarse para facilitar.

Existen excelentes herramientas en el mercado, muchas de ellas gratuitas y otras en línea, para administrar su tiempo, ya sea para reuniones, mentorías, llamadas telefónicas u otras tareas diarias. Esto permite establecer límites para la propia disponibilidad en lugar de declarar abierta su disponibilidad. Y esto evita perder tiempo con agendas desconectadas e incompatibles; para ambas partes, es una forma de tener control. A pesar de todo lo descrito hasta aquí, y por más eficaz que esté siendo en su autogestión y enfoque en las formas de dar, aún puede tener más demandas de las que puede atender. ¿Cómo decidir quién realmente necesita y merece su tiempo?

Si hay algo que las personas generosas aprenden con el sufrimiento, es distinguir entre los agradecidos y los ingratos. Con el tiempo, las personas generosas aprenden el arte de lidiar con los oportunistas y aprovechadores. A pesar de confiar fácilmente, con el tiempo también se vuelven mejores para detectar mentiras. Con el tiempo, los donantes comprenden mucho del comportamiento humano. Con las decepciones y desilusiones que sufren, comienzan a prestar más atención, reconociendo pistas que revelan mucho acerca de las personas, especialmente aquellos que abusan de la buena voluntad, de los dependientes, de los ingratos que reclaman créditos por el éxito y al mismo tiempo culpan a los demás por el fracaso, de los aduladores y de los egoístas. Sin mencionar a aquellos que son amables en tu cara y te atacan por la espalda, o son amables solo cuando necesitan un favor, y aquellos que toman demasiado y dejan casi nada.

La gran cuestión aquí es que adquirir estas habilidades no ocurre de un día para otro y los donantes no tienen mucho tiempo que perder. Si lleva semanas o meses darse cuenta de que se están aprovechando de su generosidad, ya ha costado caro, ya que además del tiempo, está el desgaste y el agotamiento que estas personas generan en los generosos, además de aquellos que realmente necesitan su ayuda y no pudieron recibirla.

Por eso, es necesario adoptar algunas tácticas desde el principio para minimizar este riesgo y crear un filtro contra los oportunistas. Por lo tanto, utilice la sinceridad. En lugar de salir ayudando a todo el mundo, primero haga un análisis más preciso de la situación. Comience recopilando información, verifique la gravedad y urgencia, entienda si realmente está calificado para la situación, evalúe si hay algo simple que ya pueda impartir de inmediato. Solo después decida cómo —o incluso si— deben ayudar. También hay otras cuestiones que deben tenerse en cuenta, como, por ejemplo, cómo se hace la solicitud. Las personas sensatas saben que la ayuda es algo que tomará tiempo de la otra persona, por lo tanto, lo hacen de manera objetiva, clara y que pueda facilitar al máximo la vida del donante. Ahora, hay receptores que, por el contrario, se acercan sin previo aviso, intentan imponer su horario y sus necesidades, te persiguen por todas partes y cuando no son correspondidos, insisten y molestan para que el donante se ajuste a sus términos, incluso siendo ellos los inconvenientes. Para estos receptores, si el donante ofrece una mano, quieren las dos, más los pies y lo que sea posible. No escatiman esfuerzos en sacarle todo al donante. Se debe tener cuidado con estos tipos de receptores. Así es como se instala la sobrecarga colaborativa: lo que pensabas que era una solicitud puntual para compartir información gradualmente se convierte en un compromiso permanente con el proyecto de la otra persona.

Los donantes necesitan saber cómo esquivar a personas así y enfocarse en aquellos que realmente saben devolver y difundir el espíritu de la generosidad. Si te relacionas con personas con un historial de egoísmo y un toque de “sociopatía”, no refuerces ni pierdas tu tiempo intentando cambiar a la persona y su comportamiento. Sé directo y claro, haz lo suficiente y lo posible, y no dudes en exigirles su contribución para ayudar a otros. Si tu relación con este tipo de persona solicitante es cercana, puede ser el momento de tener una conversación difícil pero necesaria. No permitas que unos pocos sean responsables de gran parte de tu agotamiento por generosidad; nunca olvides que la gestión de ti mismo está en tus manos. Necesitas tener control y cambiar lo que sea necesario en ti mismo para encontrar equilibrio. Esto significa establecer límites. Asigna valor y evalúa el trabajo según las contribuciones.

Si bien darle significado al trabajo y a tu vida hace que todo sea más significativo, no siempre te deja más renovado. En promedio, ayudar a los demás solo aumenta moderadamente la felicidad, y en algunos estudios, los receptores informan más satisfacción en la vida que los donantes. No es difícil entender por qué. Cuando las personas son generosas hasta el agotamiento, socavan su propia capacidad de dar, y la satisfacción que esto conlleva se escapa lentamente junto con el estrés y todo lo que provoca. La generosidad significa preocuparse por los demás, pero sin dejar de preocuparte por ti mismo. Si te proteges del agotamiento, es posible que te sientas menos altruista, pero, en realidad, terminarás dando mucho más a los demás y, al hacerlo, podrás ayudar a muchas más personas, elevando no solo sus vidas sino también la tuya y todo lo bueno que puede contener.

Al navegar por las complejidades de la generosidad, es imperativo reconocer que la esencia de dar está intrínsecamente vinculada a la capacidad de establecer límites. Si bien el impulso de tender una mano amiga es admirable, la verdadera maestría radica en la habilidad de hacerlo sin sacrificar la propia vitalidad. La generosidad, cuando se ejerce con sabiduría, se convierte en una fuerza transformadora no solo para los destinatarios, sino también para el donante. Es un acto que no solo eleva las vidas de los demás, sino que también enriquece la propia existencia.

En el núcleo de este equilibrio está la comprensión de que ser selectivo en nuestros compromisos no disminuye la nobleza de nuestro espíritu generoso; de hecho, amplifica su eficacia. Al honrar nuestros propios límites, nos capacitamos para ayudar de manera más significativa y sostenible. Así, la generosidad no se convierte en una fuente de agotamiento, sino en un catalizador de logros positivos, un legado que trasciende la fatiga momentánea.

Por lo tanto, al reflexionar sobre los desafíos que enfrentan los dadores altruistas, es crucial internalizar la idea de que, al cuidar de nosotros mismos, fortalecemos nuestra capacidad de cuidar a los demás. La generosidad discerniente no solo es un regalo para los beneficiarios, sino también un presente valioso para el propio donante. Encontrar el equilibrio entre dar y preservar es un viaje de autodescubrimiento que enriquece tanto al donante como a aquellos tocados por su benevolencia.

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GRACIAS POR LEER Y VER A MARCELLO DE SOUZA EN OTRA PUBLICACIÓN EXCLUSIVA SOBRE EL COMPORTAMIENTO HUMANO

¡Hola, soy Marcello de Souza! Comencé mi carrera en 1997 como líder y gerente en una gran empresa del mercado de TI y Telecomunicaciones. Desde entonces, he participado en importantes proyectos de estructuración, implementación y optimización de redes de telecomunicaciones en Brasil. Inquieto y apasionado por la psicología del comportamiento y social. En 2008, decidí adentrarme en el universo de la mente humana.

Desde entonces, me he convertido en un profesional apasionado por descifrar los secretos del comportamiento humano y catalizar cambios positivos en individuos y organizaciones. Doctor en Psicología Social, con más de 25 años de experiencia en Desarrollo Cognitivo Conductual y Organizacional Humano. Con una amplia carrera, destaco mi actuación como:

– Master Coach Sénior y Formador: Guiando a mis clientes en la búsqueda de metas y desarrollo personal y profesional, obteniendo resultados extraordinarios.

– Chief Happiness Officer (CHO): Fomentando una cultura organizacional de felicidad y bienestar, impulsando la productividad y la participación de los empleados.

– Experto en Lenguaje y Desarrollo del Comportamiento: Potenciando habilidades de comunicación y autoconocimiento, capacitando a individuos para enfrentar desafíos con resiliencia.

– Terapeuta Cognitivo Conductual: Utilizando terapia cognitivo-conductual de vanguardia para ayudar a superar obstáculos y lograr una mente equilibrada.

– Conferencista, Profesor, Escritor e Investigador: Compartiendo conocimientos e ideas valiosas en eventos, capacitaciones y publicaciones para inspirar cambios positivos.

– Consultor y Mentor: Aprovechando mi experiencia en liderazgo y gestión de proyectos para identificar oportunidades de crecimiento y proponer estrategias personalizadas.

Mi sólida formación académica incluye cuatro postgrados y un doctorado en Psicología Social, junto con certificaciones internacionales en Gestión, Liderazgo y Desarrollo Cognitivo Conductual. Mis contribuciones en el área son ampliamente reconocidas en cientos de clases, entrenamientos, conferencias y artículos publicados.

Coautor del libro “El Secreto del Coaching” y autor de “El Mapa No Es el Territorio, el Territorio Eres Tú” y “La Sociedad de la Dieta” (el primero de una trilogía sobre el comportamiento humano en la contemporaneidad – 05/2024).

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